Dicen promover la igualdad, pero castigan a quien cuida. Si ejerces tu derecho a criar, te quedas fuera. No por tu rendimiento, sino por haber parado.
Hay una idea no escrita que lo explica todo: solo merece ascender quien no se detiene. Todo lo demás —el Plan de Igualdad, la corresponsabilidad, las campañas— es maquillaje. Porque en NTT Data, criar es una interrupción que se penaliza, no un esfuerzo que se reconoce. Y esa penalización no es un fallo: es parte de la norma. Porque aquí, el mérito no es lo que haces, sino cuánto aguantas sin parar.
“Cuando volví de mi permiso de maternidad, me dijeron que a pesar de mi buen trabajo no se ha podido medir mi desempeño correctamente debido a mi tiempo fuera del equipo. Que ‘entendiera’ que había estado fuera mucho tiempo. Había trabajado duro antes y después. Pero eso no contó. Me sentí invisible. Como si cuidar a mi hija me restara valor.”
NTT Data afirma tener un compromiso con la igualdad y la conciliación. Lo hace en su Plan de Igualdad, donde declara:
“Facilitar la conciliación de la vida personal, familiar y laboral garantizando el ejercicio de los derechos reconocidos en la Ley y los convenios, informando de ellos y haciéndolos accesibles a toda la plantilla y garantizando también el derecho al trabajo en igualdad de condiciones.”
(Objetivo 1, Plan de Igualdad 2022–2026)
Y también:
“Vigilar que el ejercicio de derechos de conciliación no conlleve perjuicio en términos de promoción y ascensos, retribución, acceso a la formación…”
(Medida segunda. Objetivo 1, Plan de Igualdad 2022–2026)
En los despachos, la realidad es otra.
Tras un permiso por maternidad o paternidad de 16 semanas —con 6 semanas obligatorias por ley y reconocido como derecho básico—, se comunica a las personas que ese tiempo no cuenta para su proceso de ascenso. Que, a pesar de un buen desempeño no se podrá realizar la evaluación. Y así, el ascenso se pospone. Otra vez. A veces, indefinidamente.
Un modelo que transforma un derecho en una marca. Que nos hace sentir que cuidar es fallar. Que nos enseña a callar para no parecer “poco profesionales”. Pero ese malestar no es debilidad. Es la señal de que algo no está bien.
Esto no es una excepción. Es un patrón.
Una práctica que contradice lo firmado y difundido públicamente. Una mecánica que castiga el ejercicio de un derecho legítimo. Un mensaje encubierto:
Si te detienes para cuidar, ya no mereces avanzar.
¿Por qué ocurre esto?
Porque debajo del discurso de igualdad, sigue operando una idea profunda no cuestionada:
Que el mérito es una línea recta sin interrupciones.
Que la fidelidad a la empresa se mide en permanencia ininterrumpida.
Que el sacrificio absoluto es la única forma válida de compromiso.
Y esa idea castiga a quien se toma un permiso. A quien cría. A quien cuida.
Se nos quiere hacer creer que no contar con esas 16 semanas es “lógico”, “objetivo”, “técnico”. Pero en realidad, es una forma de mantener cerradas las puertas del ascenso a quien ejerce sus derechos.
Es una lógica que desprecia la vida fuera del trabajo y que penaliza el cuidado y el derecho a ejercer la maternidad y paternidad, a conciliar.
¿Qué ocurre entonces?
Se premia a quien nunca se detiene. A quien deja su vida familiar en segundo lugar.
Se ignora a quien vuelve después de trabajar el doble, de tener familia, de tener vida.
Una exclusión estructural disfrazada de neutralidad.
¿Te ha pasado?
¿Que tu ausencia por cuidar era vista como una traición silenciosa?
¿Que tu valor dependía de estar siempre disponible?
No es casual. Es la expresión de un sistema que premia el sacrificio inhumano y castiga el cuidado con castigos invisibles.
Es una forma de mantener una lógica que ya está decidida de antemano:
Aquí solo se valora lo que no se detiene. Lo que nunca interrumpe. Lo que siempre produce.
El Plan de Igualdad dice una cosa. La práctica diaria demuestra otra. Y no se puede hablar de conciliación mientras se castiga a quien cuida. No se puede hablar de corresponsabilidad mientras se bloquea el ascenso a quien ejerce un derecho. No se puede hablar de igualdad mientras se penaliza parar, criar, estar fuera un tiempo.
El discurso de conciliación es falso si la empresa no cambia su forma de medir el mérito y usar el Plan de Igualdad para limpiar la imagen de esa incoherencia es mentirle a toda la plantilla.
No es un problema de valores. Es una estrategia:
No interesa que concilies. Interesa que produzcas.
Y eso —por más pulido que esté el documento— no es igualdad.
Mientras NTT Data habla de igualdad, promociona una cultura que penaliza parar, cuidar, criar. No es que no se pueda conciliar: es que no interesa que concilies, porque lo que se valora es producir sin interrupciones. El problema no es haber pedido un permiso, sino que tu valor se mida por no haberlo hecho. Y si ejercer un derecho te aparta, no estamos ante una excepción, sino ante una estrategia. La incoherencia no está solo en los hechos, está en disfrazarlos de compromiso. Y eso no es igualdad. Es negocio.
Mientras esta estructura injusta siga en pie, cada logro que exhiben será posible gracias a lo que otros y otras pierden en silencio.
Organizarse en un sindicato de clase como ASC no es solo defender derechos: es recuperar la dignidad y construir una salida colectiva frente a un modelo que se alimenta del desgaste de quienes siempre dan más.
No te equivoques: no es que te falte esfuerzo. Lo que sobra es abuso. Y solo quienes se organizan pueden ponerle freno.
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